Un año atrás, en esta misma publicación, se exploraba cómo Michael Mann abordó una amenaza virtual en lugar de un enemigo físico, lo cual marcó un punto de inflexión en su carrera cinematográfica. Esta reflexión se conecta con las últimas entregas de Misión Imposible: Sentencia Mortal (2023) y Sentencia Final (2025), obras que representan el clímax del trabajo de Christopher McQuarrie al frente de la saga, con el apoyo ineludible de Tom Cruise. La serie, tradicionalmente centrada en lo físico y en la confrontación entre cuerpos, enfrenta ahora a Ethan Hunt contra La Entidad, una inteligencia artificial con ambiciones megalómanas.
La evolución hacia lo incorpóreo
Desde sus inicios, la saga ha jugado con lo fantasmal y lo intangible. La FMI se concibe como una organización supranacional, el pasado de Ethan permanece en el misterio y solo se revela parcialmente en las últimas películas, y el uso constante de disfraces y escenarios ilusorios ha sido una constante. Además, elementos visuales como la niebla, las sombras o la desaparición de Ethan en vapor en Protocolo Fantasma y en una nube en Sentencia Final refuerzan esta atmósfera de lo efímero. Sin embargo, a pesar de esta tendencia, la corporalidad de los personajes, sobre todo la de Ethan, sigue siendo el eje fundamental del relato.
¿Qué sucede cuando se trasciende lo físico?
La Entidad se opone aparentemente a Ethan: lo digital contra lo humano, lo artificial contra lo orgánico. No obstante, la serie ha ido acercando ambos extremos mediante la construcción de Ethan como un personaje casi fantasmal. En Nación Secreta (2015), el secretario Hunley afirmaba:
“Ethan Hunt es la manifestación viva del destino”
. Ya en Sentencia Mortal, Ethan emerge de las sombras para escuchar un mensaje, y Kittridge lo describe como una creación perfecta y autónoma que escapó del control de la FMI. Este paralelismo entre Ethan y La Entidad se refuerza con la idea del “fantasma en la máquina”, que alude al dualismo cartesiano entre mente y cuerpo.
Un tono filosófico y mesiánico
McQuarrie carga la última película de Misión Imposible con una densidad filosófica que recuerda al término thetán, propio de la cienciología, que describe un espíritu inmortal. Este concepto se entrelaza con la figura de Ethan, quien se convierte en un salvador, privilegiando la vida sobre la destrucción con un discurso más grandilocuente que en entregas anteriores. La película incluye monólogos con tonos salvíficos, una banda sonora con aires fatales y una simbología bíblica que trasciende cualquier conflicto físico anterior. El cierre de la saga se acentúa con un giro de cámara de 180 grados que transforma el ascenso de Ethan desde el fondo del mar en un descenso mesiánico.
La permanencia del cine de acción
A pesar de abrazar lo simbólico y lo espiritual, McQuarrie reafirma el valor de la acción física y de los efectos visuales elaborados. Así, Misión Imposible: Sentencia Final mantiene la esencia del cine de entretenimiento, colocando el cuerpo de Tom Cruise como símbolo del espectáculo. En este sentido, la saga conecta más con el cine mágico de Méliès y Segundo de Chomón que con el enfoque más crítico de Blackhat: Amenaza en la Red, película que cuestionó los códigos tradicionales del género en la era digital.