Persecución religiosa y desplazamiento forzado
El 3 de mayo de 2023, una ola de violencia religiosa sacudió el estado indio de Manipur, afectando profundamente a la comunidad cristiana. Sian Muang*, pastor de la tribu kuki, perdió cinco iglesias que pastoreaba durante estos disturbios. «Aquel 3 de mayo, cinco iglesias fueron completamente incendiadas; el resto, saqueadas y gravemente dañadas», recuerda el líder religioso.
La violencia, originada por tensiones étnicas y religiosas, enfrentó a las minorías cristianas kuki contra la mayoría hindú meitei. Los disturbios comenzaron como protestas pacíficas en abril de 2023 pero rápidamente se radicalizaron, convirtiendo a los cristianos en objetivo directo. «Quemaron biblias y profirieron insultos contra Dios y la comunidad cristiana», denuncia Sian, quien afirma que «fue un ataque intencionado de los extremistas para erradicar a los cristianos del Estado de Manipur».
Huida y supervivencia en medio del terror
La familia de Sian, compuesta por su esposa Jenny* y su hija Tia*, tuvo que escapar de su hogar bajo condiciones extremadamente peligrosas. Durante el ataque, el pastor se encontraba en otro pueblo atendiendo a miembros de su iglesia. «Recibí una llamada de mi mujer, y me quedé de piedra al saber que una turba había llegado a nuestro barrio y estaba destruyendo todo lo que había a la vista», narra. Jenny y Tia se escondieron debajo de la cama hasta que pudieron escapar al campamento militar más cercano.
«Si nos hubieran encontrado, seguramente nos habrían matado a cada uno de nosotros y a nuestros hijos», confiesa el pastor, quien pasó días angustiado sin poder ayudar a su familia. «Mi hija, que entonces sólo tenía un año, tuvo que sobrevivir comiendo galletas en lugar de leche. Estuvieron en el campo un par de días. Pasé muchas noches en vela preocupado y orando por mi mujer y mi hija».
Reconstrucción espiritual tras la devastación
A pesar de las pérdidas materiales y emocionales, Sian mantiene una fe inquebrantable. «Quiero que nuestros perseguidores conozcan a Jesús», asegura, explicando que «a pesar de todo lo que perdimos, mi mujer y yo decidimos perdonar a nuestros agresores, recordando cómo Cristo nos perdonó y murió por nuestros pecados».
Actualmente, el pastor visita campos de refugiados y atiende a cristianos desplazados, ofreciendo asesoramiento y oración. «Como dice Mateo 25:40, creo que mi deber es tratar a los demás como me gustaría que me trataran a mí», afirma. Su trabajo se ha fortalecido mediante la colaboración con Puertas Abiertas, organización que proporciona ayuda de emergencia y capacitación para la persecución.
«Creo que la capacitación me preparó para afrontar esta situación con mucho valor», explica Sian, quien desea «animar a otros a tener fe como Job, que lo perdió todo, pero aun así pudo decir: ‘Bendito sea el nombre del Señor. Él lo dio y Él lo quitó’».
Esperanza en un futuro incierto
Dos años después de los disturbios iniciales, la situación en Manipur sigue siendo crítica. Miles de personas permanecen en campamentos para refugiados, y la violencia es una amenaza constante. «En 2024 hubo varios muertos y agresiones sexuales», lamenta el pastor, destacando que «cuando las personas se quedan sin hogar, el crecimiento espiritual pasa a un segundo plano en favor de la mera supervivencia».
A pesar de las dificultades, Sian mantiene una visión esperanzadora. «Mi corazón está especialmente con los jóvenes profundamente afectados por la violencia», comenta. «Quiero abrir una pequeña biblioteca con una cafetería donde mi mujer y yo podamos ofrecer asesoramiento y compartir la palabra de Dios con los jóvenes». Esta iniciativa, según explica, «equiparía a nuestra comunidad para servir mejor».
«Dios puede usarnos en todas las circunstancias», concluye Sian, cuyo mensaje para todos es claro: «Que te echen de casa no es tan peligroso como huir de Dios. Nos vimos obligados a huir de nuestros hogares y de nuestros queridos pueblos, pero no debemos huir de Dios; por el contrario, debemos elegir correr hacia Él».
«Que te echen de casa no es tan peligroso como huir de Dios. Nos vimos obligados a huir de nuestros hogares y de nuestros queridos pueblos, pero no debemos huir de Dios; por el contrario, debemos elegir correr hacia Él».