El auge de los populismos autoritarios
Actualmente vivimos en una era dominada por gobiernos populistas y autoritarios que obtienen poder mediante procesos electorales, pero que paulatinamente socavan las instituciones democráticas para consolidar su control. Esta tendencia global no surge de la nada, sino que es consecuencia directa de las deficiencias del sistema democrático y los múltiples fracasos de la clase política tradicional, cuya ineficacia y corrupción han creado condiciones propicias para el avance de ideologías extremas.
Características del fenómeno autoritario
Estos regímenes populistas destacan por su capacidad para neutralizar cualquier contrapeso real, especialmente en los poderes legislativo y judicial. En México, aunque no se ha instaurado una dictadura clásica, existen claros indicios de este tipo de gobierno. No se trata de que los ciudadanos carezcan de libertades, sino de que el Estado no garantiza efectivamente esas libertades frente a otros actores poderosos, como grupos empresariales o la delincuencia organizada.
Las elecciones siguen celebrándose, pero carecen de equidad real entre contendientes. Los partidos políticos existen, pero muchos están dominados por élites que limitan la participación ciudadana genuina. El control territorial del gobierno permite manipular resultados electorales, asegurando mayoría legislativa que avala cualquier decisión del partido en el poder, sin importar su impacto democrático.
La falta de representación proporcional
Un ejemplo evidente es el resultado de la última elección federal, donde la oposición obtuvo el 40% de los votos, pero su representación en el congreso es significativamente menor, quedando marginada frente al partido gobernante. Esta desproporción muestra cómo funciona el sistema actual.
Debilitamiento de contrapesos institucionales
Los poderes legislativo y judicial existen sobre el papel, pero su autonomía es limitada. El gobierno utiliza diversas tácticas, desde la cooptación hasta reformas constitucionales controvertidas, para restringir su capacidad de contrapeso. La reforma judicial reciente es un claro ejemplo de este fenómeno.
El camino de resistencia democrática
Frente a esta situación, los defensores de la democracia enfrentan una doble tarea: reformar los partidos políticos y resistir las políticas del gobierno populista. Los partidos de oposición deben renovarse, presentando candidatos con trayectoria limpia y permitiendo mayor participación ciudadana en sus decisiones internas.
“Sus dirigencias deben permitir la intervención del ciudadano en su vida interna, aunque ello signifique ceder espacios que consideren ‘suyos’. Lo que parecería la entrega de poder es en realidad la catapulta para ganar legitimidad y obtener un mayor respaldo que el partido en el poder”, señala el análisis.
El elitismo partidista como obstáculo
El elitismo en la dirigencia de los partidos es uno de los principales obstáculos para construir una democracia sólida. No se pueden seguir reproduciendo figuras como Alito, Anaya, Jorge Romero o Manlio Fabio Beltrones, que utilizan los partidos como instrumentos de beneficio personal.
La crítica ciudadana como herramienta de cambio
Los ciudadanos tienen un papel fundamental: exigir transparencia, rendición de cuentas y mayor apertura en los partidos. También deben mantener una crítica constante hacia el gobierno populista, revelando las contradicciones entre su discurso y la realidad del país. “La derrota de esos regímenes se da gracias al ejercicio del gobierno (que los desgasta), y también por la crítica y señalamiento de los ciudadanos, que desvelan el México real, lejano al idilio que algunos quieren mostrar, aunque solo sea la fachada de un edificio en ruinas”.