Internacional

Reencontrar la fe en un mundo moderno

El mensaje de creer en tiempos actuales

El Papa Francisco, durante un evento en 2021, soltó una paloma como símbolo de paz. En sus múltiples discursos, siempre resaltó la importancia de la fe. Una narración menciona cómo “soñé que hablaba con Jesús. Me decía que el verdadero regreso al contagio colectivo era a través del compartir, de vivir en comunidad. Ya no alcanza con la política, no es la solución. Nuestro destino es entregarnos en servicio al prójimo”.

“¿Habré enloquecido?”, se preguntaba el narrador en voz baja. Quizá sí, o quizás era la certeza de que la fe continúa siendo el impulso que sostiene la esperanza. También es prueba de que la política actual no es suficiente para satisfacer una necesidad tan fundamental como el sentido de vida.

Fe y tecnología en el siglo XXI

En un entorno donde la inteligencia artificial, la conexión global y las realidades tecnológicas tipo Black Mirror dominan, surge la interrogante: ¿En qué creemos? ¿En qué podemos depositar confianza si más de 1.300 millones de personas enfrentan pobreza multidimensional, mientras en los márgenes del poder se debate la colonización de otros planetas?

El Evangelio de Marcos (9:23) recuerda: “Jesús le dijo: ‘Si puedes creer, al que cree todo le es posible'”. Este versículo escribe Juan Marcos, discípulo de Pedro, aunque no integrante cercano de Jesús, pero testigo directo de su legado. Su obra, escrita en griego entre los años 50 y 60 d.C., buscaba reforzar la fe de los primeros cristianos en Roma a través de los milagros de Cristo.

Acción y servicio como fundamentos

“El que cree, actúa”, también afirmaba Jesús. El Papa Francisco ha repetido en varias ocasiones el mandamiento de Marcos: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. El mensaje es claro: la fe no es una teoría, es movimiento, compromiso y servicio.

Ese fundamento del servicio, que es el mismo pilar de la política, ha sufrido un desgaste significativo. La sociedad fragmentada actual demanda a sus líderes algo más que promesas: requiere empatía, cercanía y propósito. Jesús construyó su comunidad caminando, escuchando, viendo directamente a las personas. Confío en personas reales. Incluso antes, contaba con su madre, María, quien lo apoyó y creyó en su destino con un amor esencial y poderoso.

La distancia emocional en la era digital

En la actualidad, las interacciones están controladas por algoritmos. Surge la duda: ¿Cómo establecer conexiones profundas en una sociedad que ha dejado de practicar la proximidad? ¿Qué queda de la fe cuando se mide en likes y desaparece con un simple scroll?

La vulnerabilidad emocional que esta realidad genera es preocupante. Un vacío crece cuando la creencia depende de algo tan inestable como una red social. Consecuencia: aislamiento, desconexión, y una creciente dificultad para retornar a lo esencial. Henri J. Nouwen, teólogo y escritor, explica en su análisis sobre La vuelta del hijo pródigo cómo él mismo, siendo hombre de fe, vivió la carencia de creer. Al contemplar la obra de Rembrandt, descubrió que “sin confianza, no puedo dejar que me encuentren. Creer es la convicción profunda de que puedo volver a casa”.

El desafío del liderazgo contemporáneo

Entonces, nuevamente, surge la pregunta: ¿cómo retornar a casa? La política en su forma más deteriorada no representa. Tampoco son suficientes nuevos discursos. Las sociedades precisan estructuras emocionales sólidas, figuras reales que ofrezcan guía, aliento y protección. Como el padre de la parábola que espera con los brazos abiertos.

Este es quizás el mayor reto del liderazgo actual: devolver a la humanidad la posibilidad de creer nuevamente. Como señaló Mariano José de Larra: “El corazón del hombre necesita creer en algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades en qué creer.”

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