Resurgimiento efímero de una tradición en peligro
El Teatro Shinbashi Enbujo de Tokio albergó durante la última semana de mayo de 2025 un encuentro inédito entre geishas de 19 regiones de Japón, coincidiendo con la celebración del centenario del festival Azuma Odori. Este evento reunió a las últimas cuarenta representantes del barrio de Shinbashi, vecino al Palacio Imperial, junto con artistas de otras localidades en una muestra de danzas tradicionales.
Guardianas de un legado malinterpretado
“Los japoneses mismos tienen dificultades para comprender o no conocen bien la verdadera realidad de las geishas”, afirmó Hisafumi Iwashita, especialista en la materia. El término “geisha”, que literalmente se traduce como “persona del arte”, engloba a hombres y mujeres dedicados a preservar disciplinas culturales ancestrales, lejos de los estereotipos que las asocian erróneamente con la prostitución.
Entre el protocolo y la adaptación moderna
Koiku, una geisha de Shinbashi con más de treinta años de trayectoria, explicó que su labor “va más allá de bailar y cantar”, pues también tienen la responsabilidad de “acoger y entretener a los clientes en los ryotei”, los restaurantes tradicionales. Sin embargo, el modelo económico que sostenía esta profesión ha sufrido transformaciones radicales.
Declive tras décadas de exclusividad
La desaparición de la clientela elitista ha acelerado la reducción de su número: “Hace un tiempo, éramos todavía 100, luego 60… y el número continúa disminuyendo”, aseguró Koiku. El punto de inflexión ocurrió en 1993, cuando se dejaron de realizar cenas oficiales en establecimientos de lujo debido a una crisis económica nacional.
Historia de un teatro simbólico
El Shinbashi Enbujo, teatro construido específicamente para el Azuma Odori en 1925, fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial y reconstruido en 1948. Aunque su arquitectura influyó en el desarrollo del teatro kabuki, su atractivo decayó a partir de los años sesenta frente a espectáculos de menor formalismo.
Entre la tradición y la supervivencia
Iwashita resaltó la importancia simbólica de mantener vivo este legado: “El hecho de que un teatro así exista todavía y acoja la edición centenaria del Azuma Odori es un milagro”. A pesar de los desafíos, la colaboración entre artistas regionales permitió mostrar durante siete días las particularidades estilísticas de cada localidad, con presentaciones de más de hora y media diarias.